23/02/2020 Gerard Ribé

¿Te atreves?

Podríamos considerar una persona realista aquella que se mueve entre los márgenes de lo que considera la realidad social. Lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Lo que es correcto y lo que no lo es. Lo aceptado y lo no aceptado. Por lo que se puede apostar y por lo que nunca se debería apostar, obviando el poder cuestionarse, sin limitaciones, lo que uno quiere para uno mismo.

La realidad social ha calado tan adentro de nosotros mismos, que la idea de todo lo que nos gustaría vivir, queda limitada dentro del contenido de “lo que es normal”. Reducimos la experiencia de vivir al tamaño de una jaula infinitamente pequeña, delimitada por todas nuestras creencias y excusas.

¿Realmente podemos elegir qué trozo del pastel queremos comer si no nos permitimos verlo entero? ¿Qué sucedería si nos permitiéramos ver más allá de nuestras propias auto imposiciones?

Imaginaros por un momento, que se os da la posibilidad de soñar vuestro yo ideal, sin limitaciones. ¿Cómo sería? ¿Qué trabajo tendría? ¿En qué lugar viviría? ¿Con quien compartiría mi vida? ¿Qué cosas haría?

Para poder cuestionarse todas estas preguntas y permitir visualizarse a uno mismo en su forma y antojo hay que ser honesto y valiente. Esta acción exige coraje, porque tener la capacidad de sentir el Yo Ideal, directamente pone en jaque al Yo real y a nadie le gusta que sacudan aquello que le da seguridad, aunque eso mismo, no le ofrezca sentirse pleno ni vivo.

Si nuestra atención mental estuviera encaminada a contruir un “yo soñado” que nos aportara un gran valor emocional en nuestra vida, en vez de estar dirigida a mantener lo que consideramos nuestra propia personalidad (que en muchas ocasiones sostenemos por costumbre y no por bienestar), nos convertiríamos en personas emocionalmente más eficientes y tal vez más sanas. Entiendo que la salud mental proviene de la libertad individual del propio ser y de su “hacer”. En cambio, preferimos poder seguir siendo lo que creemos que nos toca ser y seguir haciendo lo que creemos que debemos hacer, normalizando en la mayoría de casos sentir mal, y en consecuéncia, de alguna que otra manera, enfermar.

Paradógico, pero real.